Devocional Iglesia Monte de Dios, pastora Montserrat Bogaert
Si alguien tiene sed, venga a
mí, y el que cree en mí, que beba. Como dice la Escritura, del interior de
aquél correrán ríos de agua viva. Juan 7: 37-38
Cuando pasamos por aguas
estancadas el olor que se desprende es horrible y nauseabundo. Esas aguas dan
lugar a enfermedades, pestes, plagas y muchas cosas más. Resulta evidente que
nadie quiere estar cerca, para evitar cualquier contaminación.
Estas aguas, producto de la
falta de circulación, de no tener movimiento alguno, son un hábitat para las
bacterias, las cuales hacen de aquellas un foco de infección. Esto nos hace ver
que lo que está estancado no sirve, y da pena que muchos de nosotros estamos en
esa misma situación.
Estamos pasando por una
parálisis espiritual, la cual ha provocado un malestar dentro de nosotros que
está infectando a los que nos rodean.
Un síntoma evidente de esto es
la forma de hablar, la manera como nos expresamos y lo que hacemos.
Constantemente estamos quejándonos, vivimos malhumorados y sin gozo, teniendo
una actitud de inconformidad. Todo esto es el resultado de no alimentar nuestro
espíritu por medio de la comunión íntima con el Señor.
Hemos abandonado la prioridad
número uno: “Estar siempre en Su presencia”. Por eso, nuestro espíritu empieza
a contaminarse en vez de purificarse.
Tomemos conciencia de nuestra
vida espiritual para que no nos suceda lo mismo que a las aguas estancadas.
Busquemos siempre la compañía del Espíritu Santo para que nos renueve cualquier
impureza que pueda dar origen al estancamiento espiritual; porque no estamos
llamados a estar estáticos sino en movimiento constante, pues de nosotros
correrán ríos de agua viva.
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Bendiciones