Artículo de opinión por Luigi Espinosa
Para esta misma fecha, en el año 2026, ya conoceremos quiénes serán el nuevo presidente y secretario general del Partido Revolucionario Moderno (PRM). También habremos atravesado un proceso de renovación profunda en toda la estructura partidaria, desde la dirección ejecutiva hasta sus frentes sectoriales.
Es un momento crucial que definirá el
rumbo institucional del partido en los próximos años. Sin embargo, este
proceso, que debería fortalecer nuestra democracia interna, también puede
convertirse en una amenaza si no actuamos con madurez política.
La preocupación que expreso nace
de una realidad que no podemos ignorar: muchos funcionarios han dejado entrever
sus aspiraciones para las elecciones presidenciales de 2028.
Naturalmente, esas intenciones
despiertan pasiones, alianzas y movimientos. Y desde ya, algunos de sus
seguidores han comenzado a lanzar candidaturas a diferentes posiciones internas
dentro del partido.
El problema no está en aspirar eso
es legítimo y democrático, sino en que ese respaldo comience a pesar más que
los méritos, la trayectoria y la vocación de servicio de los compañeros que
desean servir al partido desde posiciones clave.
El PRM no puede permitir que sus
procesos internos se contaminen por lealtades circunstanciales o intereses
personales. Ser parte de una corriente no debe ser una carta de acceso al poder
interno.
Nuestro compromiso primero debe
ser con el partido, con su institucionalidad, con los principios democráticos
que lo formaron, y con el fortalecimiento de una cultura política que premie el
trabajo, la formación y la coherencia.
Hago un llamado respetuoso pero firme: que en la convención de 2026 —o en el proceso que finalmente se defina, se evalúen los perfiles de los aspirantes con objetividad y visión de futuro.
Que no nos dejemos arrastrar por la emoción momentánea de apoyar un proyecto
presidencial, sacrificando la solidez institucional del partido.
Estoy convencido de que primero
somos perremeístas, y luego miembros de cualquier corriente. Si olvidamos eso,
corremos el riesgo de debilitar la estructura que nos llevó al poder y que debe
sostenernos con firmeza en los años por venir.
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Bendiciones